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jueves, 4 de marzo de 2010

Sacando los viejos demonios

La taberna de media noche

 

En las obscuras calles de una gran ciudad, por los barrios bajos, una fría noche se abría camino a través de banquetas, la nieve llenaba poco a poco los huecos de los vecindarios, la noche era totalmente negra sin ningún brillo de estrellas en su cielo, las tejas de madera rugían por el frió y la humedad. Unos desolados pasos se escuchaban por la banqueta de un callejón, atravesando lado a lado con un paso cansado y arrastrado, un agudo sonido rebotaba por las estrechas paredes de las casa, muchas cabezas se veían asomar por las ventanas, simplemente para volverse a agachar a continuar con la rutina. Una silueta masculina resaltaba en la calle, un robusto hombre cuya sombra apenas se veía en la calle. Los pasos continuaban con un lento recorrido por la noche hasta que los ruidos poco a poco retomaban el ambiente y cada vez más y más siluetas paseaban por los alrededores, algunas delgadas, algunas robustas, algunas vivas y otra parecían muertas. La vista por fin era clara, una serie de negocios llenaban una plaza cercana, las siluetas se transformaron en personas y un aura de euforia llenaba el vacío de la noche. El robusto hombre se introdujo inadvertido entre una multitud adentrándose despacio en una nueva oscuridad de falsas luces y adornos de neón.

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- “Algo de tomar señor”

-“Sólo un vaso con soda”

-“Con alcohol”

-“Sólo soda”

Al pasar las horas, la taberna se vaciaba despacio, gente iba y gente venía, los músicos tocaban y se marchaban, un aire
de cambio constante rodeaba el lugar.

-“Yo nunca te había visto antes por aquí, ¿Eres de otra ciudad?

El hombre sólo ignoró la pregunta y continuó bebiendo”

-“Sepa que por aquí los extranjeros no son bienvenidos.”

El hombre levantó la cabeza y con un gesto duro replicó.

-“Vengo a divertirme, y créame qué lo haré”

Al llegar la madrugada, una bella joven se acercó al lado del hombre haciendo un gesto de gusto.

-“Veo que no soy la única persona quien viaja por estos lugares.”

-“Solamente soy un inadaptado quien gusta de beber sin alcohol” –Respondió el hombre

-“!Pues seamos dos¡” -Exclamó la joven.

En las últimas horas de la noche una calurosa plática llenó el pequeño vacío donde los dos extranjeros se encontraban. Al llegar las cinco de la mañana, el hombre cedió su abrigo a la joven y tras susurrar algo en su oído, ambos partieron al mismo tiempo.

Acurrucados por el frío y con escarcha en sus ropas, tocaron frenéticamente una gran puerta de madera. Tras dejar unas cuantas monedas en una recepción se dirigieron a una habitación algo escondida. Los primeros rayos de sol iluminaban el horizonte, la escarcha de un vidrio junto a la cama se derretía y se tornaba empañado tanto por dentro como por fuera. Un aroma a sudor, unos gemidos suaves y un calor abrasador envolvió aquel lugar. En el auge del acto una sonrisa maliciosa se dibujo en el rostro del hombre y mientras con su mano izquierda introducía su vida, deslizando su mano derecha a lo largo del cuerpo de la mujer sintiendo con pasión cada parte hasta llegar con un movimiento brusco al cuello de la joven. Tras cerrar la puerta de aquella habitación, el hombre encendió un cigarro y con un paso seguro y continuo se dirigió a la puerta del hotel.

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