En todo lugar y en todo momento se tiene conciencia de los sucesos que acontecen a nuestro alrededor, sucesos que crean una única realidad en la cual los individuos vivimos, una realidad adaptada perfectamente a nuestros pasos, una realidad donde el personaje principal es uno mismo, no importa que lugar sea, nuestro espíritu es el protagonista de las historias vividas o contadas, por una curiosa tendencia a ver nuestra esencia en otra realidad, estemos o no en ella, por un instante siempre es deseado formar parte de otra realidad, tan perfecta a nuestro andar, pero tan errónea en nuestro ser, como un texto sin ideas, un conjunto de palabras que fueron impresas de forma aleatoria, palabras de significado desconocido, formadas en oraciones simples pero invisibles, un escrito a puño y letra ambiguo, que carece de sentido, que no tiene forma, una mente perdida, que decidió vagar en un horizonte nuevo, donde el amanecer no existe y el atardecer es mito. Un mito, el concepto perfecto de un lugar que alguna vez conocí en sueños, bastante distante en el presente por mi poco dormir.
Sobre una roca de piedra áspera posa un desconocido, una silueta antropoide, de rasgos indefinibles, la vaga idea de su cuerpo tal vez señale donde observen sus inapreciables ojos, invisibles por lo borroso de su forma, para mí, a pesar de su aspecto, es una vieja figura familiar, un compañero de la vida, un reflejo del cielo sobre la tierra muerta que añora vida después de siglos de sed. Es un hombre misterioso, no sé lo que piensa, a pesar de pasar eternidades a su lado, no sé a donde observa, a pesar de haber visto tanto juntos, no que pretende, a pesar de haber actuado igual por años. ¿Qué hay sobre esa roca, que me es tan familiar pero igual tan enigmático?
Y de mis sueños, he ahí este lugar y este ente, que me hacen pensar en la ausencia de mi hogar, donde se postran mis pies, que no distinguen la realidad de mi mundo, y solo continúo siguiendo un camino guiado por sólo mi instinto. Pues es mi instinto el que me lleva al final de cuenta a este lugar que tanto menciono pero nunca describo… la historia de mi vida, que tan malaventurada fue, que en mi realidad, no existe, es un mito, un cuento, un inmundo vestigio, como una prosa des intencionada que conforma un texto vivo, que no se mueve ni respira, solo anda sin rumbo.
Abrí mis ojos una vez más, un cielo azul se extendía sin límite, un calor ardiente abrazaba mi cuerpo, un café claro que cubría los bastos campos, era un hermoso paisaje que admiraba desde un alto risco sobre una piedra al borde de un acantilado, un lugar designado para volar, para soñar y para pensar, no había, una intención específica de mis actos, pero tenía consecuencias, la realidad se des adaptó, creí que era perfecta, creí que era mi ser y mi razón, pero al ver mis manos rojas por el sol, fue mi razón la que voló abandonando este recipiente vacio y frágil, y fue entonces cuando de mi boca seca y agrietada salieron palabras muertas, palabras que confesaban por fin lo que callaba, “quiero regresar”, “quiero cambiar”, “quiero soñar”, “quiero bailar”, “Lo lamento, lo lamento tanto, no era un mito, era verdad, era real, no es a donde veo donde voy, donde veo no hay nada, no es atrás donde quiero regresar, atrás está la noche, y está amaneciendo, es ahí, ahí donde el viento corre, donde la arena danza en círculos, torbellinos de polvo, que se dirigen a mi lugar, mi lugar, y de nadie más. no quiero ver otra noche en soledad, no quiero ver otro horizonte más sin sentido, quiero estar ahí, en un lugar de sueños, donde mi única preocupación sea decidir cuál amanecer que vea sea el más precioso.”
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